miércoles, 4 de febrero de 2015

Un fragmento de leyenda (O más bien un teaser)

Dentro de poco y si los vientos me son propicios, me embarcaré en un proyecto de escritura conjunta con una persona genial. Como soy como soy y quiero dejar dientes largos, he aquí un pequeño teaser  ;) (Partes del mismo podrían ser alteradas en la versión final)


Son las tres de la mañana cuando decido ponerme en marcha. Llevo tres horas dando vueltas en la cama y, si no me he dormido aún, dudo que lo haga. Suspiro: ya que estoy, veré si adelanto algo de trabajo.
Mi nombre es Daida y soy periodista, el último fichaje de un periódico local que, aunque ya tiene cierta antigüedad, vende más bien poco. Esto se refleja claramente en mi humilde morada: una habitación, un baño y un salón que me hace las veces de cocina, de comedor, de estudio y de oficina. Sus paredes debieron ser blancas en un principio pero cuando yo lo compré ya estaban grises y no me he molestado en pintarlas. ¿Para qué?
Asimismo, tampoco hay mucha luz. Una sola ventana en mi pequeño comedor que me muestra, al asomarme, un cómodo paisaje humano: acero, hormigón y cristal hasta dónde alcanza la vista. La gente esperaba que, con la entrada del nuevo milenio, se solucionaran los problemas de contaminación... pero ahora el mundo es una urbe. Y a mí no me gustaría de otro modo, es seguro y cómodo.
Me estiro sin decoro (al fin y al cabo estoy en mi casa) y enciendo el generador de hologramas. Una pantalla flotante se genera ante mis ojos y, tras unos segundos, abro el correo. Con la mano voy pasando las diversas carpetas y leyendo los pocos mensajes que me llegan hasta que encuentro uno del director del periódico. De inmediato me entran ganas de darle un puñetazo a algo y luego me dejo caer en la silla.

¿Os he comentado que soy el nuevo fichaje del periódico? Bien, pues resulta que estoy en periodo de prueba. Y parece que no voy a superarlo.
No es que escriba mal, considero que lo hago bastante bien... pero no consigo inspirarme. Llevo varios días trabajando con retraso, sin dormir... y odio no ser puntual, pero no quiero presentar nada a medio hacer. Si lo hago, quiero hacerlo bien.Y mi perfeccionismo me hará perder mi primer trabajo.
Desgraciadamente, el mundo no me ayuda. Puede parecer increible que, en plena era de la comunicación, no haya noticias buenas... mas las exclusivas no son sencillas de conseguir. A nadie le importa que se esté haciendo la prueba número quinientos para conseguir un aerodeslizador que funcione bien en terreno urbano, ni que se estén aprobando fondos para las colonias espaciales. El planeta lleva décadas atascado.

De pronto, cuando estoy por cerrar el proyector, recibo un correo. ¿A estas horas? Lo abro, curiosa, y no puedo evitar sonreír: es de mi hermano Jota. Se llama Juan Pedro, pero yo lo llamo Jota y eso que soy un año menor. Físicamente nos parecemos bastante: el mismo pelo oscuro y rizado, la piel morena y los ojos almendrados. Ambos somos altos, pero él más y encima está bastante musculado.
A Jota siempre le ha gustado hacer deporte y vivir aventuras, no es un chico rebelde pero a nadie le sorprendió que se dedicara a la arqueología: yo estoy muy cómoda en casa pero a él no se le caerá el tejado encima. Sacudo la cabeza, risueña. Hace una semana se embarcó en una expedición y querrá hablarme de ella. Sí, he acertado. Leo con atención sus primeras líneas, cada vez más curiosa. No me describe el paisaje de la zona, ni me envía fotos adjuntas. Sólo me dice que está en el desierto y que cree que va a pasar a la historia. ¿Pero qué clase de correo me ha enviado? Menos mal que lo pillo conectado, porque va a oírme.

-¿Daida? ¿Dai? -Cuando se establece la conexión y aparece su rostro en la pantalla, este muestra la más absoluta sorpresa. -¿Qué haces despierta a estas horas?
-No podía dormir. -Le digo, intentando parecer enfadada pero sin mucho éxito. -¿Qué locura te ha entrado para enviarme un correo casi vacío?
De inmediato se emociona y baja la voz. -No te lo podrás creer. Daida... ¡hemos encontrado vida! ¡En medio del desierto!
Yo parpadeo. -Ya, hay animalillos, cactus... eso ya lo pone en los libros.
-No, no. No esa clase de vida. ¡Creo que hemos encontrado nativos!
-Venga ya. ¿Estás seguro? -Todo el mundo sabe que no existe gente por civilizar. -Para mí que habrás encontrado a varios campistas o algo así.
-Daida. -Se ha puesto serio. -Te juro por lo más sagrado que he encontrado o nativos o las ruinas de una civilización que acaba de desaparecer. -Y de repente, se le ocurre. -¡Tienes que venir!
-¿Cómo?- No puedo creerme lo que acabo de oír. ¿Quiere que vaya? ¿Yo? ¿A un desierto? ¡Ni en mis más locas pesadillas!
-Daida, escúchame.
-Te estoy escuchando. Háblame en serio.
-¡Lo hago! ¿No me dijiste que tenías problemas como periodista? ¡Esta es tu oportunidad!
Maldigo la hora en que se lo comenté. -Aunque tuvieras razón, necesitaría pruebas para poder hacer la noticia. Y la puedo hacer desde aquí, si me envías fotos.
Él suspira. -Nos ha sorprendido una tormenta de arena y me he quedado sin cámara, hasta mañana no podré ir a recuperarla ni hacer fotos con la nueva. Dai, piénsalo.
Yo quiero decirle que ya me lo he pensado lo suficiente y que no pienso salir de casa... pero una cosa está clara: yo necesito una noticia. Si no la consigo, me quedo sin trabajo. Si él se equivoca, me quedo sin trabajo. Pero si tiene razón...
-¿No te apañas con que enviemos un reportero?
Él frunce el ceño. No, no quiere. Se ha empeñado en que vaya yo y es tozudo como él solo.
-Más te vale no equivocarte. -Lo prevengo, antes de cerrar la llamada. Antes de que se corte la conexión creo ver una sonrisa en su cara y, por alguna razón, se la devuelvo.

Y eso que no tengo razones: no tengo miedo, estoy aterrorizada. ¿En qué berenjenal me he metido?

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