sábado, 28 de febrero de 2015

Carta tercera (Fragmento basado en Kingdom Hearts)

Esta noche he empezado a ver vídeos de Kingdom Hearts, a caer de nuevo en brazos de una saga que tanto adoro. La he amado durante muchos años y hoy, al volver a engancharme, he empezado una pequeña narración basada en uno de mis personajes que jamás vieron la luz.
Hace mucho que la inspiración no llamaba a mi puerta de ese modo, y ojalá os guste.

Carta tercera

Me gustaría poder decir que todo empezó bien, pero estas cosas casi nunca cumplen sus promesas. Han cambiado tantas cosas…
Cada amanecer aquí es igual: el mismo sol, la misma luz, la misma sombra ausente de Kingdom Hearts… y las mil preguntas que siempre me acechan. Son, como la oscuridad, mi compañía constante. Ojalá pudiera teneros aquí a mi lado… Pero no, no puede ser. ¿Acaso no tomé mi decisión?
No puedo menos que reír aquí, sentada escribiendo cartas que jamás leeréis. Pero las escribo, día tras día, mi absurda costumbre con la que intento mantener la cordura.
¿Mas acaso se puede estar cuerdo sin un corazón? Oh, preguntas y preguntas. La oscuridad me lo arrebató todo, me dio estos ojos dorados que jamás podréis ver sin que el miedo deforme vuestros rostros. Y a pesar de todo, la Llave Espada sigue acudiendo a mi mano cuando la llamo. Qué triste ironía.
Recuerdo perfectamente esa noche en que todo se rompió. Yo jamás os conté el conflicto en mi interior, la verdad es que os envidiaba. Todo era tan sencillo para vosotros… la oscuridad no os tentaba como a mí, o eso sigo creyendo, y tampoco teníais mi miedo. Quizás debí haber confiado en vosotros, pero temía vuestra reacción. Y cuando la situación se forzó, cuando todo se volvió desesperación, cedí.
¿Qué podría haber hecho?  No podíamos ganar, eran cientos y nosotros solo cinco. Os veía luchar, os sentía a mi lado, pero aunque vosotros lo dabais todo yo apenas usaba una parte de mi poder. Y supe, o creí saber, que si no lo hacía os iba a perder a todos. Mi memoria ahí es cristalina: durante un segundo sentí poder absoluto recorriendo mi cuerpo y supe que, de quererlo, podía hacer cualquier cosa con un gesto. Y me sumergí aún más.
Cuando terminé, sin embargo, la oscuridad se cobró su precio.

Y aquí estoy yo, en el Castillo Inexistente. Según Ansem, no tengo sentimientos… bendita ironía. ¿Acaso voy a creerle? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario